V de vendetta.

Amigos de localidades costeras del pais entero, este sábado al fin tuve la oportunidad de salvar nuestro homor. Durante años, hemos permitido que individuos de la meseta invadan nuestras tierras, hemos permitido que firlteen con nuestras mujeres, que ocupen nuestras terrazas y que provoquen colapsos de tráfico. Recuerdo sus caras sonrientes, clavando las sombrillas como Armstrong lo hizo sobre la superficie de la luna, extendiendo sus esterillas de dominación y debilitando nuestra hostelería con su economía de neverita. Han sido tiempos difíciles, en los que hemos tenido que soportar sus excesos, sus descuidados ropajes de dominguero y su prepotencia natural por no pertenecer al selecto grupo de habitantes de la capital. Se han creido con derecho y potestad para vomitar nuestros portales y mear nuestras playas. Pero ya nada será igual. Este sábado tuve la oportuidad de ponerlos en su sitio. Tras unas horas de cañas por madrid, encontrándome en medio de la calle, sin acceso a un baño público, tuve la necesidad de orinar. Por un segundo, tuve la tentación de buscar un baño público, de acuerdo con la educación que he recibido. Pero al instante siguiente me di cuenta del poder que, en ese momento, dios me había otorgado. Busqué un callejón, apartado, pero con relativo tráfico de gente y allí culminé mi venganza. Un débil chorro dió paso a un manantial de justicia, que iba extendiéndose majestuoso acera abajo, ahogando el ego castizo de los peatones, arrastrando el polvo de la dominación y creando finalmente un mar de esperanza. ¿Quién es el paleto ahora? ¿eh? Mirate las suelas y responde, cerdo!