Ha venido el buen tiempo a Berlín, y los rayos de Sol han traído consigo un aluvión de diferentes ofertas culturales a una ciudad ya de por sí nutrida. Ello hace que la economía se resienta, y que se agudice el ingenio para poder asistir a multitud de actos culturales (en este caso conciertos) con el mínimo de gasto (pensamiento ingenieril).
Por ello, y gracias en parte a las distintas fuentes musicales con las que contamos (en este caso mi hermanita pequeña), hemos podido asistir a un par de conciertos de grupos relativamente desconocidos. Todos ellos ubicados en uno de los garitos indie por excelencia de Berlín: el Magnet Club. Si bien no es una sala de conciertos en toda regla, su tamaño y condiciones acústicas se adaptan bien a este tipo de conciertos, donde prima la diversión y las ganas de los grupos por darse a conocer.
El primer concierto tuvo lugar el día 1 de Abril. Ese día era martes, sí, repito, martes. Ese día mi hermanita partió hacia España y José (compañero habitual de conciertos) y yo acudimos al Magnet simplemente por poder decir que habíamos acudido a un concierto en el año 2008 (sí, increíble, hasta entonces sólo había ido a fiestas de electro minimal y ese tipo de cacofonías a las cuales llaman música). Sin muchas esperanzas de lo que nos encontraríamos, el hombre rojo y yo acudimos a la cita en busca del impacto de notas generadas por instrumentos de cuerda, esperando poder salir de allí con los tímpanos reventados por buena música.
Una de las cosas que cabe comentar es que existe un ente, llamémoslo enteradillo de turno, que se dedica a calificar a los grupos presentes en los conciertos. Si se tiene en cuenta que apenas conocíamos al grupo principal (en este caso, Los Black Lips), poco cabe comentar acerca de sus teloneros, a saber Death by Kite y Black Rose. Por ello, en un ataque de interés, me dió por acudir a la web del Magnet, encontrándome con que los primeros provenían de Dinamarca y hacían una mezcla de indie/emo (oh Dios, pensé) y que los segundos, tejanos, hacían folk/country. Por si el lector no lo sabe, Los Black Lips hacen música garage, como la que se hacía en EEUU allá por los años 60.
Le comenté a José lo que había leído, y pensamos que si bien tampoco era muy esperanzadora la información que había leído, por lo menos disfrutaríamos de algo de variedad.
Nada más lejos de la realidad. Llegamos pronto (sí, pese a nuestra nacionalidad) y esperamos al comienzo de la sesión bebiendo cerveza y comentando los distintos conciertos a los cuales habíamos asistido durante nuestras cortas vidas. Y el show empezó. Acudimos a la sala donde se realizan los conciertos y nos encontramos a los Black Rose.
Allí donde yo me imaginaba ver a un típico tejano sacado de No country for old man, con guitarra acústica en una mano y un rifle en la otra, me encontré con un grupo de exaltados entrados en carne realizando una especie de Hard Rock propia de otra época. ¿Cómo definirlo? Ruido, mucho ruido y un cantante demasiado concentrado en gritar sus letras, dejando a un lado todo tipo de entonación y ganas por realizar música. Lo único que mereció la pena fue ver el gran manejo de la guitarra de flechas que mostraba el guitarrista del grupo, enfundado en unos ceñidísimos pantalones blancos y portando un pelo propio del mismísimo actor secundario Bob. Buenos punteos y riffs de guitarra que salvó en parte este extraño folk tejano del que se nos hablaba en la web.
José y yo nos miramos sin gran sorpresa, la verdad es que no esperábamos demasiado de los teloneros. Así que nos fuimos fuera del garito a seguir bebiendo birra, a ver si así la música entraba mejor. Una vez consumidas las birras, entramos de nuevo en el bar a ver a los siguientes teloneros. Al entrar nos encontramos con tres personas sobre el escenario. ¡Mierda! ya habían empezado. No sonaban mal, aunque el parecido a grupos de rock oscuro (Placebo) era más que evidente. Eran tres, un cantante y batería algo andróginos (Placebo) y una bajista rubia que, según cálculos de trigonometría que hice desde la platea, debía medir unos 3 metros y medio (Placebo?). Estuvo bien, la verdad, muchísimo mejor el sonido, las melodías se podían apreciar y en ciertas canciones mostraban ciertas tendencias post-punk que no estaban nada mal. El público, al final del repertorio, respondío con un gran aplauso. La verdad es que era un grupo para anotarse en la mente.
De este modo, satisfechos por el nuevo descubrimiento, esperamos al grupo al cual deseábamos ver. En ese instante, una oleada de alemanes modernitos empezó a abarrotar la sala en busca de una buena posición. Si bien yo me esperaba al típico grupo de espantajos que suele escuchar mi hermanita, la verdad es que me sorprendió ver a cuatro chavales, sí, chavales, con pintas más bien normales. Tan sólo destacaba el gran bigote del bajista/cantante y la funda de oro que cubría completamente la piñata del guitarra. Bueno, aver qué nos depara esto. Y empezaron los acordes, y empezó la locura. Una manda de alemanes locos, exaltados, borrachos y muy grandes comenzaron a empujar al sol de la música. Después de conseguir situarme de modo que mi integridad física no se viera peligrada, comencé a vislumbrar la música. Y sonaban bien, pero que muy bien. Me pareció increíble cómo esos chavales eran capaces de hacer garage rock de hace muchos años. Típicos acordes que sonaban a antiguo y muy diferente a lo que los nuevos hypes hacen. Así que José y yo salimos muy contentos, pese a casi haber muerto a manos de fans enloquecidos.
De este modo, comprarle a mi hermanita el vinilo no me pareció mala idea. Días después leí que el FIB los había confirmado para actuar (buena incorporación, pensé). No sé si durarán mucho en el mundillo, pero los chavales prometen. Al salir del club, la alegría por haber disfrutado una buena velada de música se torció por la que estaba cayendo afuera. Chopado, sin haber cenado y solo en mi resi, no pude evitar escuchar algo más de los Black Lips en el YouTube. Puesto que no soy egoísta, se lo ofrezco a todo el mundo que lea esto. Disfruten.
Por ello, y gracias en parte a las distintas fuentes musicales con las que contamos (en este caso mi hermanita pequeña), hemos podido asistir a un par de conciertos de grupos relativamente desconocidos. Todos ellos ubicados en uno de los garitos indie por excelencia de Berlín: el Magnet Club. Si bien no es una sala de conciertos en toda regla, su tamaño y condiciones acústicas se adaptan bien a este tipo de conciertos, donde prima la diversión y las ganas de los grupos por darse a conocer.
El primer concierto tuvo lugar el día 1 de Abril. Ese día era martes, sí, repito, martes. Ese día mi hermanita partió hacia España y José (compañero habitual de conciertos) y yo acudimos al Magnet simplemente por poder decir que habíamos acudido a un concierto en el año 2008 (sí, increíble, hasta entonces sólo había ido a fiestas de electro minimal y ese tipo de cacofonías a las cuales llaman música). Sin muchas esperanzas de lo que nos encontraríamos, el hombre rojo y yo acudimos a la cita en busca del impacto de notas generadas por instrumentos de cuerda, esperando poder salir de allí con los tímpanos reventados por buena música.
Una de las cosas que cabe comentar es que existe un ente, llamémoslo enteradillo de turno, que se dedica a calificar a los grupos presentes en los conciertos. Si se tiene en cuenta que apenas conocíamos al grupo principal (en este caso, Los Black Lips), poco cabe comentar acerca de sus teloneros, a saber Death by Kite y Black Rose. Por ello, en un ataque de interés, me dió por acudir a la web del Magnet, encontrándome con que los primeros provenían de Dinamarca y hacían una mezcla de indie/emo (oh Dios, pensé) y que los segundos, tejanos, hacían folk/country. Por si el lector no lo sabe, Los Black Lips hacen música garage, como la que se hacía en EEUU allá por los años 60.
Le comenté a José lo que había leído, y pensamos que si bien tampoco era muy esperanzadora la información que había leído, por lo menos disfrutaríamos de algo de variedad.
Nada más lejos de la realidad. Llegamos pronto (sí, pese a nuestra nacionalidad) y esperamos al comienzo de la sesión bebiendo cerveza y comentando los distintos conciertos a los cuales habíamos asistido durante nuestras cortas vidas. Y el show empezó. Acudimos a la sala donde se realizan los conciertos y nos encontramos a los Black Rose.
Allí donde yo me imaginaba ver a un típico tejano sacado de No country for old man, con guitarra acústica en una mano y un rifle en la otra, me encontré con un grupo de exaltados entrados en carne realizando una especie de Hard Rock propia de otra época. ¿Cómo definirlo? Ruido, mucho ruido y un cantante demasiado concentrado en gritar sus letras, dejando a un lado todo tipo de entonación y ganas por realizar música. Lo único que mereció la pena fue ver el gran manejo de la guitarra de flechas que mostraba el guitarrista del grupo, enfundado en unos ceñidísimos pantalones blancos y portando un pelo propio del mismísimo actor secundario Bob. Buenos punteos y riffs de guitarra que salvó en parte este extraño folk tejano del que se nos hablaba en la web.
José y yo nos miramos sin gran sorpresa, la verdad es que no esperábamos demasiado de los teloneros. Así que nos fuimos fuera del garito a seguir bebiendo birra, a ver si así la música entraba mejor. Una vez consumidas las birras, entramos de nuevo en el bar a ver a los siguientes teloneros. Al entrar nos encontramos con tres personas sobre el escenario. ¡Mierda! ya habían empezado. No sonaban mal, aunque el parecido a grupos de rock oscuro (Placebo) era más que evidente. Eran tres, un cantante y batería algo andróginos (Placebo) y una bajista rubia que, según cálculos de trigonometría que hice desde la platea, debía medir unos 3 metros y medio (Placebo?). Estuvo bien, la verdad, muchísimo mejor el sonido, las melodías se podían apreciar y en ciertas canciones mostraban ciertas tendencias post-punk que no estaban nada mal. El público, al final del repertorio, respondío con un gran aplauso. La verdad es que era un grupo para anotarse en la mente.
De este modo, satisfechos por el nuevo descubrimiento, esperamos al grupo al cual deseábamos ver. En ese instante, una oleada de alemanes modernitos empezó a abarrotar la sala en busca de una buena posición. Si bien yo me esperaba al típico grupo de espantajos que suele escuchar mi hermanita, la verdad es que me sorprendió ver a cuatro chavales, sí, chavales, con pintas más bien normales. Tan sólo destacaba el gran bigote del bajista/cantante y la funda de oro que cubría completamente la piñata del guitarra. Bueno, aver qué nos depara esto. Y empezaron los acordes, y empezó la locura. Una manda de alemanes locos, exaltados, borrachos y muy grandes comenzaron a empujar al sol de la música. Después de conseguir situarme de modo que mi integridad física no se viera peligrada, comencé a vislumbrar la música. Y sonaban bien, pero que muy bien. Me pareció increíble cómo esos chavales eran capaces de hacer garage rock de hace muchos años. Típicos acordes que sonaban a antiguo y muy diferente a lo que los nuevos hypes hacen. Así que José y yo salimos muy contentos, pese a casi haber muerto a manos de fans enloquecidos.
De este modo, comprarle a mi hermanita el vinilo no me pareció mala idea. Días después leí que el FIB los había confirmado para actuar (buena incorporación, pensé). No sé si durarán mucho en el mundillo, pero los chavales prometen. Al salir del club, la alegría por haber disfrutado una buena velada de música se torció por la que estaba cayendo afuera. Chopado, sin haber cenado y solo en mi resi, no pude evitar escuchar algo más de los Black Lips en el YouTube. Puesto que no soy egoísta, se lo ofrezco a todo el mundo que lea esto. Disfruten.
Black Lips: Veni, Vidi, Vici
Death by Kite: live at Hurricane Festival
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